18.12.05

Elisa

1
Estaba hecha un asco. Borracha, sucia, esquelética. Dos o tres manchas recientes de vómito en la camisa de manguillos delataban que no había pasado una buena noche (una buena vida, quizás). Parecía una de esas camareras decadentes que terminan siendo ultrajadas en el zaguán de cualquier agujero oscuro de la capital. Incapaz de saludarla con un beso, me limité a manifestar no sin un cierto dejo de patetismo mi sorpresa y a pedirle, de inmediato, que se diera un baño. "Vente, entra", le dije; "mientras te bañas yo preparo un café. Después hablamos". Obedeció sumisa como un corderito. Al cerrar la puerta, escuché los primeros sollozos. A todas luces necesitaba llorar.
2
Llegó de madrugada el miércoles pasado a mi departamento. Llevaba años largos sin verla, desde que decidió irse a trabajar al casino de un hotel de San Juan. Siempre mantuvimos poco contacto: un polvo apurado el primer año de universidad, algunos amigos comunes y varias noches de joda. Nada más. A su partida cortamos de forma definitiva. Para aquel tiempo, además, estaba completamente segura de que tenía que salir de aquí. Que esto era una sopa de mierda, según acostumbraba a decir. Una gran pelota de mierda, según enfatizaba. Como no tenía muchos chavos, no pudo ir fuera de la isla. Yo intuía que todo eso era mera estupidez: consecuencias de un provincianismo aprendido; que uno, si no se asume bien, termina siendo siempre la misma escoria sin importar el lugar en el que se encuentre. Nunca quiso leer La ciudad de Kavafis, por supuesto.
3
Volvió a llorar mientras se tomaba el café. Un tanto ebria todavía, disparaba frases inconexas. Hablaba rápido, con ansiedad. Y yo no entendía mucho. Su fraseo era casi un beatboxing asordinado para entendidos.
4
El ruido de los primeros carros en la calle anunciaba la mañana. A esas alturas, supe que faltaría al trabajo ese día. Así fue. Me quedé con ella no sé hasta qué hora. Cuando se le aclaró la mente, pude comprender mejor lo que me decía. Depresión endógena fue mi conclusión. El hastío la había reducido a una miseria que habla (o, por lo menos, que emite sonidos). "Una puta depresión endógena y nada más", volví a concluir. "No tengo cojones pa seguir", me decía. "La esperanza es mierda a colores", repetía una y otra vez citando el verso de una canción que no conocía. "La cabronada más grande, ¿tú sabes cuál es? Que tampoco tengo cojones pa detener la cosa aquí. Es como si me traicionara yo misma y eso jode". Pura angustia de nena resentida. Ridiculeces de chamaquita inmadura. Rabieta y pataleo de superficie. Siempre me ha jodido la tristeza barata de los youppies cuando les da por eso de la confesión.
5
Incapaz de darle un consejo o de mandarla de una vez al carajo, no hice más que escucharla. Al cabo de un rato ya comenzaba a sentirme verdaderamente cansado. Toda esa cagarruta existecialista finalmente contagia. Rejode. "Yo no estoy pa esto", pensé para mis adentros. "Mira, quédate y quizás cuando despiertes te sientas mejor. Yo tengo un sueño atroz y tengo que descansar", le dije. "Yo no tengo sueño", me contestó. Intenté ocultar el encojonamiento y le señalé algunos libros y algunos discos. "Entreténte con eso. Hay cosas buenas ahí. De seguro te gustan", le dije y me fui a dormir. Desde el cuarto la escuché poner música y cantar un poco más alto de lo que resulta prudente. "La misma pendeja de siempre", pensé. Y sin darme cuenta me había quedado dormido.
6
Desperté tarde, como con resaca. Me dolía el cuello y la espalda. Había dormido mal y, para colmo, perdí una noche y un día completo de trabajo. Cuando salí a la sala, se había ido. Había dejado, sin embargo, sus huellas. Los almohadones del sofá por todo el piso. Restos de más café. Migas de pan. Y un cenicero lleno. La puerta, para joder, estaba junta desde no sé qué hora. Sobre el counter una notita de agradecimiento: "Tenías razón. Ya me siento bien. Besitos y Chao".
7
La muy cabrona se había llevado los libros de Bukowski.

4 Comentarios:

Blogger sesentaydosvecesdesarmado said...

No sé cómo le hacen, Don Köstner, pero siempre se las arreglan para arrancar con un libro. Habrá que optar por el celibato.

20/12/05 12:17 a. m.  
Blogger Rodrigo Köstner said...

Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

20/12/05 1:20 p. m.  
Blogger Rodrigo Köstner said...

o por el analfabetismo. Saludos, 62.

20/12/05 1:22 p. m.  
Blogger La cera en flor said...

pues claro que me seque el sudor ratitito despues. si mal no recuerdo, maria marta serra lima hacia las veces de banda sonora aquella maravillosa manhana en que logre tumbarme the complete essays of montaigne, el mejor de todos los libros que me pertenece gracias a medios ilicitos.

we rock!

20/12/05 9:56 p. m.  

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