19.12.06

El destino de los hombres es arrojar piedras a la rosa


Dos poemas del convulso Leopoldo María Panero. La voz y la música la ponen Bunbury, Ann, Galindo y Ponce. Es cuestión de poner la pólvora junto al fuego. Los paso.




En el obscuro jardín del manicomio

En el obscuro jardín del manicomio
los locos maldicen a los hombres.
Las ratas afloran a la Cloaca Superior
buscando el beso de los Dementes.

Un loco tocado de la maldición del cielo

canta humillado en una esquina;
sus canciones hablan de ángeles y cosas
que cuestan la vida al ojo humano.
La vida se pudre a sus pies como una rosa
y ya cerca de la tumba, pasa, junto a él,
una Princesa.

Los ángeles cabalgan a lomos de una tortuga
y el destino de los hombres es arrojar piedras a la rosa.
Mañana morirá otro loco:
de la sangre de sus ojos nadie sino la tumba
sabrá mañana nada.

El loquero sabe el sabor de mi orina
y yo el gusto de sus manos surcando mis mejillas.
Ello prueba que el destino de las ratas
es semejante al destino de los hombres.


A quien me leyere

Los libros caían sobre mi máscara (y donde había un rictus de viejo moribundo), y las palabras me azotaban y un remolino de gente gritaba contra los libros, así que los eché todos a la hoguera para que el fuego deshiciera las palabras...Y salió un humo azul diciendo adiós a los libros y a mi mano que escribe: "Rumpete libros, ne rumpant anima vestra": que ardan, pues, los libros en los jardines y en los albañales y que se quemen mis versos sin salir de mis labios: el único emperador es el emperador del helado, con su sonrisa tosca, que imita a la naturaleza y su olor a queso podrido y vinagre. Sus labios no hablan y ante esa mudez de asombro, caigo estático de rodillas, ante el cadáver de la poesía.

11.12.06

El hombre que casi conoció a Michi Panero


Esta canción me la dio a conocer un amigo. Hastío cínico y vital, me dijo antes de hundirse en el sofá de mi sala a tararearla con la mirada perdida. Hastío cínico y vital, repitió antes de ponerla de nuevo. Un poco Dylan, un poco Cohen, un poco Reed, un poco Morrison. No sé. Un poco de todo ello en la recapitulación que han exigido estos últimos días. Aún zumba con fuerza en las orejas. Hastío cínico y vital, repito yo, entonces; y le hago eco. De Nacho Vegas: El hombre que casi conoció a Michi Panero.
(a M.)

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