17.4.06

Borrachos



"No es posible que puedan agradar ni perdurar por mucho tiempo los versos escritos por quienes no beben más que agua"
-Horacio

"Vivamos para beber, pues para beber vivimos"
-Miguel de Cervantes

"La civilización comenzó con la destilación"
-William Faulkner

"El hombre que sólo bebe agua seguramente oculta algún secreto"
-Charles Baudelaire

"El tequila es una bebida que se fuma; como el tabaco se disfruta más de regreso que de ida"
-Gonzalo Celorio

"Nadie puede hacerle reír, pero no es extraño: no bebe vino"
- William Shakespeare

"No bebas agua, por la salud de tu estómago bebe vino"
-Timoteo

"Si un hombre tiene un pizca de conciencia no le queda más remedio que conservarla cuando está sobrio porque una gota de alcohol le cura de eso y lo hace feliz"
-George Bernard Shaw

"A beber, que nadie es cabro"
-Antonio Hernández

"He tomado más alcohol que lo que el alcohol ha tomado de mí"
-Winston Churchill

"La embriaguez no crea vicios, sólo los pone en evidencia"
-Séneca

"Por mi parte no puedo hacer nada sobrio"
-Marcial

"Jamás la aurora me sorprendió en mi juicio"
-Efraín Huertas

"Un hombre está verdadermente borracho cuando horizontalmente en el piso no puede beber más"
-Ernest Hemingway

"Llena la copa vacía, vacía la llena: nunca la dejes vacía, nunca la
mantengas llena"
-Lord Byron

"Yo les digo: cuando he bebido oigo lo que me dicen las rosas, los tulipanes y los jazmines, incluso lo que no puede decirme mi bien amada"
-Omar Khayam

"El apetito entra comiendo, la sed se va bebiendo"
-François Raebelais

"El hombre es el único animal que bebe cuando no tiene sed"
-Voltaire

"Una mujer me indujo a la bebida y nunca le he escrito para darle las gracias"
-W.C. Field

"Bebeamos por el restablecimiento de nuestras fuerzas, no por nuestras tristezas"
-Cicerón

"Dar licores a los afligidos y el vino a los que tienen el corazón lleno de amargura. Beban éstos para echar en el olvido la miseria y no acordarse más del dolor"
-Salomón

"Yo que he conocido deste siglo el juego, para mí me vivo, para mí me bebo"
-Francisco de Quevedo

"Las musas huelen a vino"
-Horacio

"Pronto acérquenme una copa de vino para que pueda refrescarme el ingenio y decir algo inteligente"
-Aristófanes

"A mi parecer el hombre que no se alegra cuando bebe no es más que un idiota babeante"
-Eurípides

"Nadie sabe nada del alcohol, excepto los borrachos; el secreto no debe revelarse a nadie, por supuesto"
-Edgar Allan Poe

2.4.06

Hacia el olor de la palabrería


Al penetrar en el infierno literario, va usted a conocer sus artificios y su veneno; sustraído a lo inmediato, caricatura de usted mismo, ya no tendrá más que experiencias formales, indirectas; se desvanecerá usted en la Palabra. Los libros serán el único tema de sus charlas. En cuanto a los literatos, ningún provecho sacará de ellos. De esto sólo se dará cuenta usted demasiado tarde, tras haber perdido sus mejores años en un medio sin espesor ni sustancia. ¿El literato? Un indiscreto que desvaloriza sus miserias, las divulga, las reitera: el impudor -desfile de reticencias- es su regla; se ofrece. Toda forma de talento va acompañada de una cierta desvergüenza. No es distinguido más que el estéril, el que se borra con su secreto, porque desdeña exponerlo: los sentimientos expresados son un sufrimiento para la ironía, una bofetada al humor.
***

Escribir libros no deja de tener alguna relación con el pecado original. Pues ¿qué es un libro, sino una pérdida de inocencia, un acto de agresión, una repetición de nuestra caída? ¡Publicar sus taras para divertir o exasperar! Una barbaridad para con nuestra intimidad, una profanación, una mancilla. Y una tentación. Le hablo con conocimiento de causa. Por lo menos, tengo la excusa de odiar mis actos, de ejecutarlos sin creer en ellos. Usted es más honrado: usted escribirá libros y creerá en ellos, creerá en la realidad de las palabras, en esas ficciones pueriles e indecentes. Desde las profundidades del asco se me aparece como un castigo todo lo que es literatura; intentaré olvidar mi vida por miedo de referirme a ella; o bien, a falta de alcanzar el absoluto del desengaño, me condenaré a una frivolidad morosa. Briznas de instinto, empero, me obligan a agarrarme a las palabras. El silencio es insoportable: ¡qué fuerza hace falta para establecerse en la concisión de lo Indecible! Más fácil es renunciar al pan que a las palabras. Desdichadamente la palabra resbala hacia la palabrería, hacia la literatura. Incluso el pensamiento tiende a ello, siempre listo a expandirse, a inflarse; detenerle por medio de la agudeza, reducirlo a aforismo o a donaire, es oponerse a su expansión, a su movimiento natural, a su ímpetu hacia la disolución, hacia la inflación. De aquí los sistemas, de aquí la filosofía. La obsesión del laconismo paraliza la marcha del espíritu, el cual exige palabras en masa, a falta de reiterar, de desacreditar lo esencial, es que el espíritu es profesor. Y enemigo de los vivos... de espíritu, de esos obsesos de la paradoja, de la definición arbitraria. Por horror de la banalidad, de lo «universalmente válido», se atarean en el lado accidental de las cosas, en las evidencias que no se imponen a nadie. Prefiriendo una formulación aproximada, pero picante a un razonamiento sólido, pero soso, no aspiran a tener razón en nada y se divierten a expensas de las «verdades». Lo real no se sostiene: ¿por qué deberían tomar en serio las teorías que quieren demostrar su solidez? Están paralizados completamente por el temor de aburrir o de aburrirse. Este temor, si lo padecéis, comprometerá todas vuestras empresas. Intentaréis escribir; de inmediato se erguirá ante nosotros la imagen de vuestro lector... Y dejaréis la pluma. La idea que queréis desarrollar os fatigará: ¿para qué examinarla y profundizarla? ¿No podría expresarla una sola fórmula? ¿Cómo, además, exponer lo que uno ya sabe? Si la economía verbal os obsesiona, no podréis leer ni releer ningún libro sin descubrir en él los artificios y las redundancias. Tal autor que no cesáis de frecuentar acabáis por verle hinchar sus frases, acumular páginas, y algo así como desplomarse sobre una idea para aplanarla, para estirarla. Poema, novela, ensayo, drama todo os parecerá demasiado largo. El escritor tal es su función,-dice siempre más de lo que tiene que decir: dilata su pensamiento y lo recubre de palabras. De una obra sólo subsisten dos o tres momentos: relámpagos en un fárrago. ¿Le diré el fondo de mi pensamiento? Toda palabra es una palabra de más. Se trata, sin embargo, de escribir: pues escribamos... engañémonos los unos a los otros.
E. M. Cioran
Fragmentos de Carta sobre algunas aporías, en La Tentación de Existir (1972)

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