18.12.05

Memorias

Canción aprendida en noche nefasta. Pertenece a Daniel F., músico peruano que transita entre el rock y la trova. Después de escucharla varias veces, se me ocurre que tiene una letra valiosa. El ritmo hipnótico y el vibrato del que se vale acaban aderezádola de buen grado. Cruzada por la ironía, es un crescendo de ésta en clave de rafirmación. Aquí la dejo para el escrutinio de los curiosos.

Gracias a Elisa por mostrármela. A pesar de todo...



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Elisa

1
Estaba hecha un asco. Borracha, sucia, esquelética. Dos o tres manchas recientes de vómito en la camisa de manguillos delataban que no había pasado una buena noche (una buena vida, quizás). Parecía una de esas camareras decadentes que terminan siendo ultrajadas en el zaguán de cualquier agujero oscuro de la capital. Incapaz de saludarla con un beso, me limité a manifestar no sin un cierto dejo de patetismo mi sorpresa y a pedirle, de inmediato, que se diera un baño. "Vente, entra", le dije; "mientras te bañas yo preparo un café. Después hablamos". Obedeció sumisa como un corderito. Al cerrar la puerta, escuché los primeros sollozos. A todas luces necesitaba llorar.
2
Llegó de madrugada el miércoles pasado a mi departamento. Llevaba años largos sin verla, desde que decidió irse a trabajar al casino de un hotel de San Juan. Siempre mantuvimos poco contacto: un polvo apurado el primer año de universidad, algunos amigos comunes y varias noches de joda. Nada más. A su partida cortamos de forma definitiva. Para aquel tiempo, además, estaba completamente segura de que tenía que salir de aquí. Que esto era una sopa de mierda, según acostumbraba a decir. Una gran pelota de mierda, según enfatizaba. Como no tenía muchos chavos, no pudo ir fuera de la isla. Yo intuía que todo eso era mera estupidez: consecuencias de un provincianismo aprendido; que uno, si no se asume bien, termina siendo siempre la misma escoria sin importar el lugar en el que se encuentre. Nunca quiso leer La ciudad de Kavafis, por supuesto.
3
Volvió a llorar mientras se tomaba el café. Un tanto ebria todavía, disparaba frases inconexas. Hablaba rápido, con ansiedad. Y yo no entendía mucho. Su fraseo era casi un beatboxing asordinado para entendidos.
4
El ruido de los primeros carros en la calle anunciaba la mañana. A esas alturas, supe que faltaría al trabajo ese día. Así fue. Me quedé con ella no sé hasta qué hora. Cuando se le aclaró la mente, pude comprender mejor lo que me decía. Depresión endógena fue mi conclusión. El hastío la había reducido a una miseria que habla (o, por lo menos, que emite sonidos). "Una puta depresión endógena y nada más", volví a concluir. "No tengo cojones pa seguir", me decía. "La esperanza es mierda a colores", repetía una y otra vez citando el verso de una canción que no conocía. "La cabronada más grande, ¿tú sabes cuál es? Que tampoco tengo cojones pa detener la cosa aquí. Es como si me traicionara yo misma y eso jode". Pura angustia de nena resentida. Ridiculeces de chamaquita inmadura. Rabieta y pataleo de superficie. Siempre me ha jodido la tristeza barata de los youppies cuando les da por eso de la confesión.
5
Incapaz de darle un consejo o de mandarla de una vez al carajo, no hice más que escucharla. Al cabo de un rato ya comenzaba a sentirme verdaderamente cansado. Toda esa cagarruta existecialista finalmente contagia. Rejode. "Yo no estoy pa esto", pensé para mis adentros. "Mira, quédate y quizás cuando despiertes te sientas mejor. Yo tengo un sueño atroz y tengo que descansar", le dije. "Yo no tengo sueño", me contestó. Intenté ocultar el encojonamiento y le señalé algunos libros y algunos discos. "Entreténte con eso. Hay cosas buenas ahí. De seguro te gustan", le dije y me fui a dormir. Desde el cuarto la escuché poner música y cantar un poco más alto de lo que resulta prudente. "La misma pendeja de siempre", pensé. Y sin darme cuenta me había quedado dormido.
6
Desperté tarde, como con resaca. Me dolía el cuello y la espalda. Había dormido mal y, para colmo, perdí una noche y un día completo de trabajo. Cuando salí a la sala, se había ido. Había dejado, sin embargo, sus huellas. Los almohadones del sofá por todo el piso. Restos de más café. Migas de pan. Y un cenicero lleno. La puerta, para joder, estaba junta desde no sé qué hora. Sobre el counter una notita de agradecimiento: "Tenías razón. Ya me siento bien. Besitos y Chao".
7
La muy cabrona se había llevado los libros de Bukowski.

12.12.05

Cadáver Exquisito


Éstas son tres de las esculturas del Dr. Günther Von Hagens. Cuerpos humanos que, tras la muerte, son plastificados. La plastinación es una compleja técnica que, en términos generales, consiste en dos pasos primordiales: sustituir toda el agua de la células por acetona fría para después impregnar al vacío todo el tejido con una sustancia plástica capaz de endurecerlo con cierta flexibilidad, otorgándole así un aspecto paradójicamente vivo. El resultado radica en estas estatuas orgánicas -semejantes, por demás, a algunas criaturas de las historias de Clive Barker-, que son llevadas como una suerte de arte didáctico pero grotesco por distintos museos del mundo para el gustazo de aquellos duros de estómago o meros turistas de la muerte.



Interesados en donar el cuerpo al morir, sólo tienen que llenar por adelantado un formulario en donde se exprese abiertamente la voluntad de convertirse en una de estas obras de arte (http://www.koerperwelten.com/en/pages/koerperspende.asp). ¿Se imaginan? Vencer la mordedura del gusano resguardando para siempre nuestra corporeidad en un rincón de museo. A por ello.

11.12.05

Uriel



Para la construcción de un tenue paisaje sonoro por el que se pueda viajar a gusto y consideración, este downtempo de Kid Loco: Uriel. (Gracias, P.)



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9.12.05

Báñate Conmigo


Auschwitz Fashion es el término irreverente con el que podría catalogarse la última obra que produjo la rosarina Nicola Constantino. Savon de corps, se titula. Y no es mucho más que una línea de jabones delicadamente confeccionados con la grasa de su propio cuerpo: liposucción de museo. La misma consta de un centenar de pastillitas de tocador que huelen a leche y a caramelo, según aseguran aquéllos que ha apurado glamorosamente la nariz sobre la emanación de sus bálagos. Presentados ante el culto público de su país, estos jabones, que ostentan la sensual forma de un dorso femenino, venían acompañados paródicamente por toda la parafernalia publicitaria que implica el lanzamiento de un nuevo producto de belleza: una jabonera elegantemente diseñada para el sostén del adiposo artefacto, un video clip estructurado a base de las exigencias más rigurosas del homo zapping que habita en el vértigo massmediático de la actualidad, y un efervescente y llamativo cartel con la imagen de la misma Constantino, que, posando a la manera refinada de las modelos más top, deja para el disfrute del espectador un par de tetitas medio caídas tras una tela transparentosa.

La artista ha dicho que su obra debe leerse en clave de invectiva en contra de la vanidad y el consumismo de nuestro presente neoliberal. Y es que, bajo el amparo de algunos momentos cardinales de la película The Fight Club, la intención de la artista radicaría en el disparo de una crítica ácida a la sociedad de consumo con el fin de hacer jabones mediante los cuales los ricos puedan lavarse la cara con su propio culo. Sin embargo, a pesar de estos propósitos de denuncia socio-escatológica, los críticos más estrictos han visto en el singular arte de Constantino una celebración del Holocausto, por lo que el vaho cadavérico de Auschwitz ha terminado por confundirse con el aromático dulzor de estos jabones humanos.
(¿Recuerdan la famosa Mierda de Artista de Piero Manzoni? Caca enlatada que, tras materializar en sí misma las frivolidades del mercado del arte, terminó siendo vendida en el 2002 por la suma de unos 35 mil euros. )

Ética y arte convocados por la grasa de una chica dada conflictivamente a la rara tarea de una abyección redentora ¿Problemática de límites o domesticación? Al borde de la asfixia del todo vale postmoderno arden momentáneamente restricciones fronterizas. Cuestión de tiempo.

6.12.05

El amor, el amor

Éste es el poema de Michel Houllebecq que, en alguno de los comentarios, había mencionado. Su título tiene una primera repercusión naïve, pero su contenido es una reflexión demoledora que lo torna sarcástico y oscuro. La traducción al español corresponde a Carlos Cámara y Miguel Ángel Frontán.

Sí, además de escribir unas cuantas novelas que lo han ido posicionando en el lugar, nunca vacío, de los malditos de turno, este francés escribe poesía. Zumo de poesía agraz, se podría decir. En uno de sus poemarios (Seguir vivo) ha escrito "No tengo miedo a la felicidad; no existe". Aquí dejo uno de sus textos.


El Amor, el amor

En una sala porno, jubilados jadeantes
Contemplaban, escépticos,
Los brincos mal filmados de parejas lascivas;
Sin ningún argumento.
He aquí, yo me decía, el rostro del amor,
El auténtico rostro.
Seductores, algunos; esos siempre seducen,
Los otros sobrenadan.
El destino no existe ni la fidelidad,
Mera atracción de cuerpos.
Sin apego ninguno, sin ninguna piedad,
Juegan y se desgarran.
Seductores algunos, por ende, codiciados,
Llegarán al orgasmo.
Hartos ya, tantos otros, no tienen ni siquiera
Deseos que ocultar;
Sólo una soledad que acentúa el impúdico
Goce de las mujeres;
Tan sólo una certeza: "Eso no es para mí",
Pequeño drama obscuro.
Morirán es seguro algo desencantados,
Sin ilusiones líricas;
Practicarán a fondo el arte de despreciarse,
De modo bien mecánico.
A quienes nunca fueron amados me dirijo,
A quienes no gustaron;
A los ausentes todos del sexo liberado,
Del placer ordinario;
No temáis nada, amigos, mínima es vuestra pérdida:
No existe, no, el amor.
Es sólo un juego cruel cuyas víctimas sois;
Juego de especialistas.

4.12.05

Cumbiera Intelectual

De Kevin Johansen, una cancioncita posmo para una bailanta ácida. Pa que puedas ecucharla, Mara. Disfrútala.




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Ésta es la letra:

La conocí en una bailanta todo apretado
Nos tropezamos pero fui yo el que se puso colorado
Era distinta y diferente su meneada
Y un destello inteligente había en su mirada...

Cuando le dije si quería bailar conmigo
Se puso a hablar de Jung, de Freud y Lacan
Mi idiosincracia le causaba mucha gracia
Me dijo al girar la cumbiera intelectual
Me dijo al girar... esa cumbiera intelectual...

(“Jung, Freud, Simone de Beauvoir, Goethe, Beckett,
Cosmos, Gershwin, Kurt Weill, Guggenheim...”)

Estudiaba una carrera poco conocida
Algo con ver con letra y filosofía
Era linda y hechicera su contoneada
Y sus ojos de lince me atravesaban

Cuando intenté arrimarle mi brazo
Se puso a hablar de Miller, de Anais Nin y Picasso
Y si osaba intentar robarle un beso
Se ponía a leer de Neruda unos versos
Me hizo mucho mal la cumbiera intelectual
No la puedo olvidar... a esa cumbiera intelectual

Si le decía “Vamos al cine, rica”
Me decía “Veamos una de Kusturica”
Si le decía “Vamos a oler las flores”
Me hablaba de Virginia Wolf y sus amores
Me hizo mucho mal la cumbiera intelectual
No la puedo olvidar... a esa cumbiera intelectual...

Le pedí que me enseñe a usar el mouse
Pero solo quiere hablarme del Bauhaus
Le pregunté si era chorra o rockera
Me dijo “Gertrude Stein era re-tortillera”
No la puedo olvidar...

(Jarmusch, Cousteau, Cocteau, Arto, Maguy Marin,
Twyla Tharp, Gilda, Visconti, Gismonti...)

Yo no quiero que pienses tanto, cumbiera intelectual!
Yo voy a rezarle a tu santo para que te puedas soltar...

(“Paul Klee, Ante Garmaz, Kandinsky, Diego, Fridha,
Tolstoi, Bolshoi, Terry Gilliam, Shakespeare William...”)

Aprendí sobre un tal Hesse y de un Thomas Mann
Y todo sobre el existencialismo Alemán
Y ella me sigue dando cátedra todo el día
Aunque por suerte de vez en cuando su cuerpo respira
Su cuerpo respira, su cuerpo respira

Yo no quiero que pienses tanto, cumbiera intelectual
Yo voy a rezarle a tu santo, para que seas más normal
Para que te puedas soltar...
Cumbierita, cómo la quiero...!

Verde


La miro y es verde. Contrario al ángel de Klee, sus ojitos -de mesmérica mirada- no reparan atribulados en el montón de ruinas apiladas que le anteceden. Más bien se asume como parte de la catástrofe y brilla. Su actitud, en todo caso, es la del desparpajo de un fisgoneo indiferente: fluorescencia fría y neutra para alumbrar un futuro que ha llegado antes que nosotros a la fiesta. Ubicada en la parte más filosa de los límites del arte, sin aspavientos deja tras de sí el infumable mejunje de las vanguardias, los anegados meaderos del dadá, los insufribles bodrios enlatados del pop, el trasnochado mohín del body art y los performances roñosos. Si se le mira bien, no es más que mónada lechuguina que flota en el vacío. Ripio verde entre otras trazas de cardenillos opacados.
Se llama Alba y no es más que una conejita blanca que, ante luz azul, centellea como un tubo de neón en una noche de juerga. Máxima creación del brasileño Eduardo Kac, Albita es el resultado de una deriva genética que incluyó como protagonistas una coneja albina y una luminosa medusa del Pacífico. Fulgor triunfal del arte transgénico. Lustre de hibridez saciada. Tierna iluminación de indeterminaciones festivas.
Es posible que aún quede, entre estos nenúfares, un elfo adormilado a punto de soñar con las interioridades profundas del conejo de Durero. Pesadilla perdida.

1.12.05

Mayonesa y Poesía: Cuestión de Huevos


Cuenta Vicente Muleiro, en un suplemento de Clarín, una anécdota de alegre equivocación lírico-culinaria que terminó por dar en una festiva manifestación poética-viril. Sucede que en uno de los cursos de literatura argentina de la Universidad de Buenos Aires, un estudiante de sospechosa reputación, se refirió en uno de sus trabajos por escrito, al poeta Juan Gelman -autor del arrebatadísimo Cólera Buey- como Hellmanns; elevando, así, el nombre de la famosa mayonesa que se vende por doquier a la altura de uno de los apellidos más representativos de la poesía hispanoamericana actual. La vergüenza que embargó en consecuencia al muchachito porteño no permaneció, sin embargo -tal y como de seguro lo hubiese deseado-, entre las cuatro paredes del salón de clases, ni mucho menos bajo la custodia de la prudencia de su profesor. Corrió como pólvora. Cuando llegó a oídos del poeta, éste, al fin y al cabo, lejos de la ofensa, no pudo reaccionar mejor: "Bueno, no está tan mal. Eso quiere decir que soy el que tiene más huevo".

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